miércoles, 2 de mayo de 2012

La Sentencia de Exilio contra Bahá'u'lláh


La Sentencia de Exilio contra Bahá'u'lláh


Nunca se imaginó Násiri'd-Dín Sháh* que por la mera acción de pronunciar la sentencia de exilio contra Bahá'u'lláh estaba ayudando a desplegar el Propósito invencible de Dios y que él mismo no era sino un instrumento en la ejecución de ese Designio. Nunca se imaginó que, al acercarse su reino a su fin, atestiguaría un renacimiento de aquellas fuerzas que había tratado de exterminar con tantos esfuerzos - un renacimiento que manifestaría una vitalidad tal l como él, en el momento de mayor desesperación, jamás pensó poseyera aquella Fe. No sólo dentro de los confines de su propio reino1, ni sólo en los territorios adyacentes de Iraq y Rusia, sino hasta la India en el Este2, y hasta Egipto y Turquía europea en el Oeste, un renacimiento de la Fe como jamás se la había soñado, lo despertó de las vanas imaginaciones en que se había entretenido. La Causa del Báb parecía haber resucitado de entre los muertos. Se aparecía bajo una forma infinitamente más formidable que cualquiera había presentado en el pasado. El nuevo ímpetu que, a pesar de sus cálculos, había recibido la Causa del Báb de la personalidad de Bahá'u'lláh y, sobre todo, de la fuerza inherente de la Revelación que El personificaba, era tal como no se había imaginado jamás Násiri'd-Dín Sháh. La rapidez con que había sido resucitada y consolidada una Fe durmiente dentro de su propio territorio; su difusión a Estados más allá de sus confines; las tremendas afirmaciones hechas por Bahá'u'lláh en medio de la plaza fuerte donde había elegido habitar; la declaración pública de aquellas afirmaciones en la Turquía europea y su proclamación en desafiantes Epístolas a las cabezas coronadas de la tierra, una de las cuales el Sháh mismo estaba destinado a recibir; el entusiasmo que ese anuncio provocó en los corazones de innumerables adeptos; el traslado a Tierra Santa del centro de Su Causa; la disminución gradual de la severidad de Su confinamiento en las etapas finales de Su vida; la suspensión de la prohibición que había sido impuesta por el Sultán de Turquía a Sus entrevistas con visitas y peregrinos que venían en gran número de diversas partes del oriente a Su prisión; el despertar del espíritu de investigación entre los pensadores del Occidente; la completa derrota de las fuerzas que habían tratado de provocar un cisma en las filas de Sus actos y la suerte sufrida por su principal instigador; sobre todo, lo sublime de aquellas enseñanzas que abundaban en Sus obras publicadas y que eran leídas, diseminadas y enseñadas por un número cada vez mayor de adeptos en el Turquestán ruso, en Iraq, en India, en Siria y en lugar tan distante como Turquía europea - estos se encontraban entre los factores principales que revelaron en forma convincente a los ojos del Sháh el carácter invencible de una Fe que creía haber amarrado y destruído. La inutilidad de sus esfuerzos, no importa cuanto tratara de ocultar sus sentimientos, era demasiado evidente. La Causa del Báb, cuyo nacimiento y tribulaciones él mismo había atestiguado y cuyo progreso triunfal estaba atestiguando ahora, había renacido, como ave fénix, de sus cenizas y estaba progresando por un camino que llevaba a conquistas jamás soñadas3
Poco se imaginó Nabíl que al cabo de cuarenta años de haber escrito su relato la Revelación de Bahá'u'lláh, la flor y fruto de todas las Dispensaciones del pasado, habría sido capaz de avanzar a tal punto por el camino que conduce a su reconocimiento y triunfo mundiales. Poco se imaginó que en menos de cuarenta años después de la muerte de Bahá'u'lláh, Su Causa, lanzándose más allá de los confines de Persia y del oriente, habría penetrado los rincones más remotos de la tierra y habría rodeado el planeta entero. Apenas hubiera creído la predicción si se le hubiera dicho que la Causa, dentro de ese período, habría implantado su estandarte en el corazón del Continente Americano, se habría hecho sentir en las principales capitales de Europa, habría llegado hasta el extremo austral de Africa y habría establecido un puesto de avanzada en la distante Australasia. Su imaginación, enardecida como estaba por la convicción del destino de su Fe, apenas lo habría llevado al grado de ver en su mente el Santuario Sepulcro del Báb, de cuyos restos ignora el destino, como él mismo lo confiesa, incrustado en el corazón del Carmelo, lugar de peregrinaje y faro de luz para muchos visitantes de lugares remotos de la tierra. Apenas se habría imaginado que la humilde morada de Bahá'u'lláh, perdida entre las callejuelas de Bagdad viejo, cierto día, a consecuencia de las maquinaciones de un enemigo incansable, llegaría a ser el objeto de serias deliberaciones de los representantes de las principales Potencias de Europa reunidos en asamblea. Poco se imaginó, a pesar de las alabanzas que le hace en su narración, que de la Más Grande Rama4 procedería un poder que en un corto período de tiempo habría despertado a los estados septentrionales del Continente Americano a la gloria de la Revelación que recibió como herencia de Bahá'u'lláh. Poco se imaginó que las dinastías de aquellos monarcas, cuya tiranía relata vívidamente en su narración, habrían caído y sufrido la suerte que sus representantes habían luchado tan desesperadamente por infligir sobre sus temidos adversarios. Tampoco se imaginó que toda la jerarquía eclesiástica de su país, los principales instigadores e instrumentos voluntarios de las abominaciones amontonadas sobre su Fe, habrían sido vencidos y derribados tan rápidamente por los mismos enemigos que habían tratado de subyugar. Nunca habría creído que las instituciones más elevadas del Islam sunní, el Sultanato y el Califato5.

Referencias.

*.-Mirza Násiri'd-Dín Sháh.-Nacido el 17 de julio de 1831en Persia, comenzó a reinar en Septiembre de 1848; falleció en1896.-Vali-Ahd Heredero del trono. Násiri’d-Dín Sháh, estigmatizado por Bahá’u’lláh como el «Príncipe de los Opresores», responsable de haber «perpetrado lo que hizo que los moradores de las ciudades de la justicia y equidad se lamentasen», disfrutaba, en el periodo que consideramos ahora, de plena madurez y había alcanzado la plenitud de su poder despótico. Árbitro único de los destinos de un país «firmemente arraigado en las tradiciones inmemoriales de Oriente»; y rodeado por «ministros «venales, arteros y falsos», a quienes podía elevar o rebajar a placer; cabeza de una administración en la que «todo actor era, en diferentes aspectos, tanto un estafador como un estafado»; coaligado, en su oposición a la Fe, con un estamento clerical que constituía un verdadero «Estado- Iglesia»; apoyado por un pueblo preeminente por su ferocidad, notorio por su fanatismo, servilismo, libidinosidad y prácticas corruptas, este Monarca caprichoso, incapaz ya de poner sus manos sobre la persona de Bahá’u’lláh, había de contentarse con la tarea de intentar erradicar en sus propios dominios los restos de una comunidad temida sobremanera y recién revivida. Próximo en rango y poder figuraban sus tres hijos mayores, en quienes, a los efectos de la administración interna, había delegado prácticamente su autoridad y en quienes había investido en el gobierno de todas las provincias del reino. La provincia de Á irbáyján quedó confiada al cuidado del tímido y débil Mu affari’d-Dín Mírzá, heredero del trono, quien había caído bajo la influencia de la secta ay í, y daba muestras de marcado respeto hacia los mullás. Al cuidado del gobierno férreo y salvaje del astuto Mas‘úd Mírzá, comúnmente conocido como el illu’s-Sul án y su hijo mayor superviviente, cuya madre era de origen plebeyo, fueron confiadas dos quintas partes del re ino, incluyendo
las provincias de Yazd e Isfahán, en tanto que sobre Kámrán Mírzá, su hijo favorito, comúnmente llamado por su título de Náyibu’s-Sal anih, había conferido el mando sobre Gílán y Mázindarán, convirtiéndolo en Gobernador de Teherán, ministro de guerra y comandante en jefe del ejército. Era tal la rivalidad entre estos dos últimos príncipes, que competían entre sí por cortejar el favor de su padre, que se afanaban, con el apoyo de los principales mujtahides de su jurisdicción, en superar al otro en la tarea meritoria de acosar, saquear y exterminar a los miembros de una comunidad indefensa,
la cual, por orden de Bahá’u’lláh, había dejado de ofrecer resistencia armada incluso en defensa propia, llevando a la práctica la orden de que «es mejor morir que matar». Tampoco estaban dispuestos los violentos clérigos (Hájí Mullá ‘Alíy-i-Kaní y Siyyid adiq-i- abá abá’í, los principales mujtahides de Teherán, junto con ay Mu ammad-Báqir, su homólogo de Isfahán, y Mír Mu ammad-Husayn, el Imám-Jum‘ih de la ciudad), a consentir que se les escapara la menor oportunidad sin asestar algún golpe, con toda la fuerza y autoridad que ostentaban, contra un adversario cuyas influencias liberalizadoras tenían más razón para temer que al Soberano mismo.







1.- Gobineau, escribiendo más o menos en el año 1865, atestigua lo siguiente: "La opinión pública es que los Bábís pueden ser encontrados en todas las clases sociales y entre los miembros de todas las religiones, con la excepción de los Nusayrís y los Cristianos, pero es especialmente entre la clase educada, los hombres eruditos, de quienes se sospecha tienen simpatía por el Bábísmo. Se cree, con buenos fundamentos, que muchos mullás y, entre ellos mujtahids de renombre, magistrados de alto rango y oficiales en altos cargos muy cercanos al rey, son Bábís. Según un cálculo reciente habría en Teherán, una ciudad de aproximadamente ochenta mil habitantes, cinco mil Bábís. Pero este cálculo no es muy digno de confianza y me siento inclinado a pensar que, si los Bábís fueran a triunfar en Persia, su número en la capital sería mucho mayor ya que, en ese momento habría que agregar al número de fervientes discípulos, cualquiera que sea ahora su número, una gran proporción de aquellos quienes recientemente se muestran en favor de la doctrina oficialmente condenada y a quienes la victoria daría el valor para declarar su fe abiertamente". (Les Religions et les Philosophies dans l'Asie Centrale, pág. 251). "No ha pasado aún medio siglo desde que Mírzá ‘Alí Muhammad el joven Vidente de Shíráz, comenzó a predicar su religión que ahora cuenta sus mártires por centenares y sus adherentes por cientos de miles; que parecía en un tiempo amenazar la supremacía no solo de la dinastía Qájár sino también a la fe Musulmana de Persia y puede aún constituir probablemente un factor de importancia en la historia del Asia Occidental" (Introducción del Prof. E. G. Browne a el Tárikh-i-Jadíd, pág. 7), "El Bábísmo", escribe el Profesor James Darmesteter "que se difundió en menos de cinco años de un extremo de Persia al otro, que en el año 1852 fue bañado en la sangre de sus mártires, se ha estado propagando y progresando silenciosamente. Si Persia ha de ser alguna vez regenerada, será por intermedio de esta nueva Fe". (Extracto de "Persia: un Boceto Histórico y Literario", traducido por G. K. Narimán). "Si el Bábísmo continúa creciendo con su actual ritmo de desarrollo, es concebible que llegará el momento en que desplazará el Mahometanismo del territorio de Persia. Creo que tendría pocas posibilidades de lograr esto si apareciera sobre el terreno bajo la bandera de una fe hostil. Pero ya que sus reclutas se conquistan entre los mejores soldados de la guarnición que está atacando, hay más razón aún para creer que a la larga prevalecerá. Para aquellos que saben algo del carácter persa, que es tan extraordinariamente susceptible a influencias religiosas se hará evidente a cuantas clases en ese país atrae con éxito. Los «súfís, o místicos, han sostenido durante mucho tiempo que siempre debe haber un Pír. o Profeta, visible en la carne, y son absorbidos fácilmente en el rebaño Bábí. Incluso los Musulmanes ortodoxos cuya mente siempre se ha dirigido en ansiosa anticipación hacia el Imán desaparecido, se muestran receptivos a los razonamientos coherentes mediante los cuales se busca demostrar que ya sea el Báb o Bahá, es el Mihdí, según todas las predicciones del Corán y de las tradiciones. La vida pura y llena de sufrimientos del Báb, su muerte ignominiosa, el heroísmo y martirio de sus seguidores, atraerán a muchos otros quienes no pueden encontrar fenómeno similar en la historia contemporánea del Islam", (Lord Curzon: Persia and the Persian Question, pág. 503, vol. 1). Dicho autor, en el mismo capítulo, al comentar sobre las perspectivas de la empresa misionera cristiana en Persia, escribe lo siguiente: "Incluso se ha dicho que Persia es lugar donde la labor misionera presente las mejores perspectivas de éxito en el Oriente. Al mismo tiempo que estoy consciente de la labor valiosa que están llevando a cabo representantes de sociedades misioneras de Inglaterra, Francia y América en ese país mediante la difusión de la educación, las señales de caridad, por la concesión de atención médica gratuita, y por la fuerza del buen ejemplo, y mientras que no sugiero que estas labores piadosas debieran ser reducidas, no puedo compartir, basado en la información a mi disposición, las previsiones optimistas que se han dado para el futuro" (pág. 504). "...En Persia, sin embargo la dificultad mas pequeña que confronta a las comunidades cristianas no es la que se deriva de sus propias diferencias sectarias; y los musulmanes tienen pleno derecho a burlarse de aquellos quienes les invitan a entrar en un rebaño los diferentes miembros del cual se aman entre sí con tanta amargura. Los Protestantes disputan con Católicos Romanos, los Presbiterianos con los Episcopales, los Nestorianos Protestantes no miran con ojos muy amistosos a los Nestorianos propiamente tales y éstos, a su vez, no se encuentran en relaciones muy armoniosas con los Caldeos o Nestorianos Católicos. Los Armenios miran de reojo a los Armenios (Católicos) Unidos y ambos se dan la mano para retrasar la labor de las misiones Protestantes. Finalmente puede contarse, por lo general, con la hostilidad de los Judíos. En los diversos países del Oriente por los que he viajado, desde Siria hasta el Japón, me ha sorprendido el extraño, y a mi manera de pensar doloroso fenómeno, de grupos misioneros librando la más noble de las luchas bajo el estandarte del Rey de la Paz con armas fratricidas en sus manos" (págs. 507-8). "...Si el criterio de empresa misionera en Persia es, entonces, el número de conversiones que ha logrado del Islam, no vacilo en decir que el gasto prodigioso de dinero, de esfuerzo honesto, y de lucha sacrificada que se han derramado sobre dicho país han dedo un resultado totalmente inadecuado. Jóvenes mahometanos han sido bautizados en ocasiones por misioneros cristianos. Pero no debe confundirse esto con demasiada facilidad con conversión, ya que la gran masa de los nuevos adeptos vuelven a la fe de sus antepasados; pongo en duda si, desde que Henry Martyn puso pie en Shíráz, hasta la fecha actual, ha habido una conversión genuina de hasta media docena de Musulmanes persas al credo cristiano. Yo mismo a menudo he investigado pero jamás he visto, un Musulmán convertido (con la exclusión claro está de los niños abandonados o huérfanos de padres musulmanes que han sido criados desde la infancia en colegios cristianos). Tampoco estoy sorprendido ante la demostración completa del fracaso. Si ponemos a un lado las presuposiciones dogmáticas del cristianismo (v.g. la doctrina de la Trinidad y la Divinidad del Cristo), que son tan repugnantes al concepto mahometano de la unidad de Dios, no podemos mirar muy asombrados la falta de entusiasmo por abandonar su fe del Musulmán si recordamos que la pena por dicha acción es la muerte. Es ante la muralla de roca del Islám, un sistema que abarca todas las esferas y todos los deberes y actos de la vida que golpean en vano las olas de la acción misionera. Maravillosamente adaptado tanto al clima como el carácter y ocupaciones de aquellos países sobre los que ha puesto su adamantino puño, el Islam hace de su devoto un siervo completo desde su nacimiento hasta su muerte. Para él no es sólo religión, es gobierno, filosofía y ciencia también. El concepto mahometano no es tanto el de una Iglesia del Estado sino, si se me permite la expresión, la de un Estado Iglesia. Los cimientos mismos de la sociedad no son de construcción civil, sino eclesiástica; y envueltos en este sublime si bien paralizante, credo, el Musulmán vive contento en estado de rendición total de su voluntad y considera que es su deber más elevado adorar a Dios y de obligar a otros (y donde esto no es posible, de despreciarlos) a adorarlo a El en espíritu y después muere seguro de alcanzar el Paraíso. Mientras que este código de vida compelente y que todo lo absorbe mantiene en sus brazos a los pueblos de Oriente determinando todos los deberes y regulando todas las acciones de la existencia y dando finalmente una salvación segura, el esfuerzo y dinero de las misiones será gastada en gran medida, en vano. Aún más, es mi opinión que una propaganda activa es la peor política que puede adoptar una misión Cristiana en un país musulmán fanático y la tolerancia misma por la que he dado crédito al Gobierno persa se debe a la prudente abstención por parte de los misioneros cristianos de desarrollar un proselitismo declarado", págs. 508-9).
2.- Gobineau, escribiendo en 1865 aproximadamente, da el siguiente testimonio: "Es así como el Bábismo ha conquistado una influencia considerable sobre la mente de Persia y, propagándose más allá de la frontera persa, se ha derramado sobre el pachalick de Bagdad y ha penetrado hacia la India. Entre sus características, una de las más sobresalientes es que, incluso durante la vida del Báb, muchos de los doctores de la nueva fe, gran número de sus seguidores convencidos y devotos, nunca conocieron personalmente a su profeta y no parecen haber dado gran importancia al hecho de oír sus instrucciones de sus propios labios. Sin embargo le rindieron, en forma completa y sin reservas, los honores y la veneración a las que, a su vista, tenía derecho". (Conde de Gobineau: Les Religions et les Philosophies dans l'Asie Centrale, pág. 255).
3.- "...Y he aquí como, matemáticamente, se ha producido un movimiento religioso muy particular en la cual el Asia central, es decir Persia, algunos lugares de la India y una parte de Turquía asiática en las vecindades de Bagdad, se muestra hoy vivamente interesada, movimiento extraordinario y digno de ser estudiado desde todo punto de vista. Permite asistir al desarrollo de acontecimientos, a manifestaciones, a catástrofes de naturaleza tal que uno no está habituado a ver en la actualidad y que uno solo podía imaginar como posibles en épocas remotas cuando nacieron las grandes religiones... Declaro asimismo que si yo viera en Europa una secta de naturaleza similar al Bábismo, con las ventajas que él posee, fe ciega, extraordinario entusiasmo, valentía y devoción a toda prueba, conquistando el respeto de los indiferentes, infundiendo terror a sus adversarios y aún más, como ya lo he mencionado, con una actividad proselitista que no se detiene en ningún momento, cuyos éxitos son constantes en todas las clases sociales; si yo viera, digo, que todo esto existiera en Europa, no vacilaría en predecir que, dentro de un tiempo prudencial, el poder y la soberanía caerían necesariamente a los poseedores de estas grandes ventajas". (Conde de Gobineau: Les Religions et les Philosophies dans l'Asie Centrale, págs. 116, 293-4). "Ahora debo decir que me parece que la historia del movimiento Bábí debe ser de interés en diferentes formas a otros además que a aquellos que están ocupados directamente con el estudio del Persa. Al estudiante del pensamiento religioso dará no poco material para su reflexión; porque aquí puede contemplar personalidades tales que con el devenir del tiempo se transforman en héroes y semidioses aún no oscurecidos bajo el mito y la fábula; puede examinar bajo la luz del testimonio actual e independiente uno de aquellos estallidos extraños de entusiasmo, fe, ferviente devoción y de indomable heroísmo -o fanatismo, si lo prefiere- que estamos acostumbrados a asociar con la historia pasada de la raza humana; en una palabra, puede atestiguar el nacimiento de una fe que no es imposible que llegue a conquistar un lugar entre las grandes religiones del mundo. Para el etnologo también puede dar material para reflexionar en lo que se refiere el carácter de la gente que, estigmatizados, como lo han sido a menudo, como egoístas, mercenarios, engreídos, sórdidos y cobardes, sin embargo son capaces de mostrar, bajo la influencia de un fuerte impulso religioso, un grado de devoción, desinterés, generosidad, desprendimiento, nobleza y valentía que puede tener paralelo en la historia pero que difícilmente puede ser sobrepujado. Para el político también la cuestión tiene su importancia; por cuanto ¿qué cambios no podrán ser hechos en un país que ahora se considera solo una cifra en el equilibrio de fuerzas nacionales, por una religión capaz de evocar un espíritu tan poderoso? Que aquellos que saben lo que Mahoma hizo con los árabes consideren bien lo que el Báb puede todavía hacer con los Persas". (E. G. Browne: introducción a A Traveller's Narrative, págs. 8-9). "Es así como fui instalado como un huésped en Bahjí, en medio de todo lo que el Bábismo considera más noble y más santo; y aquí pasé cinco de los días más memorables durante los cuales tuve oportunidades inigualadas e inesperadas de entablar relaciones con aquellos quienes son la fuente misma de ese espíritu poderoso y maravilloso que trabaja con fuerza invisible pero siempre creciente para la transformación y vivificación de un pueblo que duerme un sueño como la muerte misma. Fue por cierto una experiencia extraña y conmovedora, pero de la cual desespero poder comunicar nada más que las más débiles impresiones. Por cierto, podría tratar de describir en mayor detalle los rostros y formas que me rodeaban, las conversaciones que tuve el privilegio de escuchar, la lectura solemne y melodiosa de los libros sagrados, la sensación general de armonía y contento que impregnaba el lugar, y los fragantes y sombreados jardines a los que solíamos ir al atardecer; pero todo esto era como nada en comparación con la atmósfera espiritual que me rodeaba. Los musulmanes persas a menudo dirán que los Bábís hechizan o dan drogas a sus invitados para que estos, impelidos por una fascinación que no pueden resistir, se ven contagiados de igual manera por lo que los mencionados musulmanes consideran una forma extraña e incomprensible de locura. Aún cuando esta creencia es vana y absurda, sin embargo descansa sobre la base de hechos más fuertes que lo que les sirve de fundamento para la mayor parte de sus alegatos contra esta gente. El espíritu que impregna a los Bábís es tal que apenas puede evitar de afectar muy poderosamente a todos los que se encuentran sujetos a su influencia. Puede ser llamativo y atraer: no se le puede ignorar ni descartar. Que aquellos que no lo han visto no me crean si así desean; pero si alguna vez se revela este espíritu para ellos, experimentarán una emoción que hallarán difícil de olvidar". (Idem, págs. 38-9). "En esta forma se verá que, en su organización externa, el Bábismo ha sufrido cambios radicales muy grandes desde que primero apareció como una fuerza proselitista hace medio siglo. Sin embargo estos cambios no han actuado como impedimento sino más bien al contrario parecen haber estimulado, su propaganda, la que ha progresado con una rapidez inexplicable para aquellos que solo pueden ver en ella una forma cruda de fermento político o incluso metafísico. Los cálculos más bajos estiman que el número de Bábís en Persia es de medio millón. Me siento inclinado a pensar, basado en conversaciones con personas bien calificadas para emitir un juicio, que el total se acerca a un millón. Se les puede encontrar en todas las ocupaciones, desde ministros y nobles de la Corte hasta el basurero o caballerizo, y no es la menos importante esfera de su actividad el sacerdocio musulmán mismo. Se habrá notado que el movimiento fue iniciado por siyyids, hájís y mullás, i.e. personas quienes ya sea por alcurnia, por tendencia piadosa o por profesión, estaban íntimamente preocupados con el credo musulmán: es incluso entre los devotos declarados de la fe que siguen haciendo sus conversiones. De muchos Bábís se sabe muy bien que lo son, pero que mientras proceden con circunspección, no son objeto de intrusión o persecusión. Entre los más humildes sin embargo, por lo general se oculta el hecho por temor a dar una excusa al rencor supersticioso de los superiores. En época reciente los Bábís han tenido mucho éxito en el campo de otro enemigo, habiendo conquistado muchos prosélitos entre la población judía de los pueblos persas. He sabido que durante el último años se ha informado que han hecho 150 conversiones de judíos en Teherán, 100 en Hamadán, 50 en Káshán y el 75 % de los judíos de Gulpáyigán". (Lord Curzon: Persia and the Persian Question v. 1. págs. 499-500). "De aquella raza sutil", escribe el Dr. J. Estlin Carpenter, "proviene el movimiento más extraordinario que haya producida el mahometanismo moderno... Discípulos lo rodearon y el movimiento no fue detenido por su arresto, encarcelamiento por cerca de seis años y su final ejecución en 1850... También reclama tener una enseñanza universal; ya tiene su noble ejército de mártires y sus libros sagrados; ¿es que Persia, en medio de sus miserias, ha dado nacimiento a una religión que dará la vuelta al mundo? (Comparative Religion, págs. 70-71). "Una vez más", escribe el Profesor E. G. Browne, "en el curso de la historia de la humanidad, el Oriente ha vindicado su pretensión a enseñar religión al Occidente y a poseer en el Mundo Espiritual aquella preeminencia que los países de Occidente poseen en lo material". (Introducción a la obra de M. H. Phelp: Life and Teachings of ‘Abbas Effendi, pág. 15). En cualquier caso, el crecimiento del Bábismo es un capítulo interesante en la historia de las civilizaciones y religiones modernas. Y en esta forma, después que se ha dicho todo, aquellos que lo alaban posiblemente están en la razón; es posible que del Bábismo venga la regeneración del pueblo Persa, incluso de la totalidad del Islam que está muy necesitado de ello. Desafortunadamente rara vez hay una regeneración nacional sin abundante derramamiento de sangre". (M. J. Balteau: Le Bábisme, pág. 28).
4.- Título de Abdu'l-Bahá.
5.- El Califato comenzó con la elección de Abú-Bakr en 632 A.D. y duró hasta 1258 A.D. cuando Húlágú khán saqueó Bagdad y dio muerte a Mu'tasim-Bi'lláh. Durante casi tres siglos después de esta catástrofe se perpetuó el título de Califa en Egipto por descendientes de la Casa de ‘Abbas quienes vivieron bajo la protección de sus gobernantes mamelucos, hasta que en el año 1517 A.D. el Sultán Salím, el Osmanli, después de haber conquistado a la dinastía mameluca, indujo al infortunado Califa a transferirle a él el título e insignia". (P. M. Sykes: A History of Persia, vol. 2, pág. 25).

-Libro Dios Pasa. Pág. 185 -186
-Tomado del libro Los Rompedores del Alba.
Lima ,18 de agosto 2006 .por Gerson Elías.

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